El pasado martes conocimos de palabra de Nicolás
Maduro el Consejo Nacional de Economía Productiva. Un importante y
pujante sector quedó fuera de los 9 motores productivos explicados por
el presidente obrero; quedando entonces para decreto y hechura, y mejor
así, del Poder Popular, la Industria Cultural.
Con solo echar un vistazo, observamos las posibilidades de producción y desarrollo de una industria cultural endógena; primero orientado a la producción de piezas, herramientas y materiales para la creación de obras y luego dedicado a la producción y comercialización de obras artísticas y culturales en sí mismas.
Vivimos en un país con una capacidad incuestionable en todos los ámbitos posibles de la creación artística e intelectual y en ese sentido un potencial industrial incalculable tanto dentro del territorio nacional como allende nuestras fronteras, donde las posibilidades de éxito son inconmensurables.
Los mercados internacionales aplaudirían a rabiar a Ana Cecilia Loyo, José Delgado o Leonel Ruiz, por mencionar algunos del sinnúmero de maravillas que conforman hoy el universo musical venezolano; basta imaginar, qué pasaría, si nuestra música tradicional, popular, urbana o académica, tuviese a su servicio una maquinaria al servicio de su desarrollo como industria.
Por otro lado, si nuestro cine despegara de una vez por todas como industria, orientada hacia la producción de películas, pero además hacia la distribución y promoción de las producciones; las ganancias de una película promedio, bien distribuida en los mercados internacionales a través de las diferentes ventanas de exhibición (salas de cine, video casero y televisión) no son nada despreciables, sobretodo ahora que el cine venezolano se ha paseado y triunfado en reconocidos festivales a lo largo del globo.
Y esto citando solo como ejemplo la música y el cine, sin mencionar la plástica, la literatura o la artesanía. Para ello el gobierno nacional tiene capacidad instalada, solo falta ponerla a andar. Esa es la tarea.
Vladimir Sosa Sarabia
sosasarabia@gmail.com
Con solo echar un vistazo, observamos las posibilidades de producción y desarrollo de una industria cultural endógena; primero orientado a la producción de piezas, herramientas y materiales para la creación de obras y luego dedicado a la producción y comercialización de obras artísticas y culturales en sí mismas.
Vivimos en un país con una capacidad incuestionable en todos los ámbitos posibles de la creación artística e intelectual y en ese sentido un potencial industrial incalculable tanto dentro del territorio nacional como allende nuestras fronteras, donde las posibilidades de éxito son inconmensurables.
Los mercados internacionales aplaudirían a rabiar a Ana Cecilia Loyo, José Delgado o Leonel Ruiz, por mencionar algunos del sinnúmero de maravillas que conforman hoy el universo musical venezolano; basta imaginar, qué pasaría, si nuestra música tradicional, popular, urbana o académica, tuviese a su servicio una maquinaria al servicio de su desarrollo como industria.
Por otro lado, si nuestro cine despegara de una vez por todas como industria, orientada hacia la producción de películas, pero además hacia la distribución y promoción de las producciones; las ganancias de una película promedio, bien distribuida en los mercados internacionales a través de las diferentes ventanas de exhibición (salas de cine, video casero y televisión) no son nada despreciables, sobretodo ahora que el cine venezolano se ha paseado y triunfado en reconocidos festivales a lo largo del globo.
Y esto citando solo como ejemplo la música y el cine, sin mencionar la plástica, la literatura o la artesanía. Para ello el gobierno nacional tiene capacidad instalada, solo falta ponerla a andar. Esa es la tarea.
Vladimir Sosa Sarabia
sosasarabia@gmail.com
Publicado en Semanario Todos Adentro N° 595. 30 de enero de 2016
Enlace http://issuu.com/todosadentro/docs/pdf_595_6f9d5345558ed6