A propósito del estreno de Azotes de Barrio recargado (Dir. Jackson Gutiérrez y Carlos Malavé. 2013), la Cinemateca Nacional de Venezuela ha
preparado una retrospectiva de la obra de Jackson Gutiérrez. Luego de más de 15 películas y casi 5 años de amistad, aun para mi es difícil digerir su trabajo, quizá por la convicción de que el cine debe servir para
transformar y no reproducir las miserias que el capital ha desarrollado en nuestras sociedades. Sin embargo, a través de los universos que nos recrea
es posible ver una realidad sin ornamentos, ni filtros de colores, y es esa
capacidad genial que tiene para contar historias lo que hace apasionante su
obra, Jackson Gutiérrez es un cineasta del pueblo, y sí, dije cineasta.
Este joven mirandino de 30 años de edad es un conocido barbero de su barrio en Petare, alimenta sus historias de los cuentos que escucha de los clientes mientras les corta el cabello; reconoce sin problema que no dejaría su barbería por nada del mundo, oficio que hoy combina con el de realizador cinematográfico y productor audiovisual en un canal de televisión, y es que este muchacho decidió un día hacer una película y la llamo Azotes de Barrio en Petare.
La cinematografía de Jackson dista mucho de ser una visión antropológica de nuestros barrios, de mostrar la pobreza como un asunto de estudio y que intenta ser explicada a través de complejos y rebuscados tiros de cámara. Es de esos cineastas, que no presta mayor atención a los asuntos de la técnica, ni hace profundos y complejos planteamientos estéticos. Es un contador de historias y para ello se vale del cine como soporte.
En el año 2006 Jackson irrumpe en las pantallas con una cruda visión de la violencia caraqueña, tomando el barrio petareño como lienzo comienza a pintarnos una realidad conocida todos, pero no tan al detalle por muchos venezolanos; cómo se relacionan malandros, azotes, micronarcos y todos los inocentes que se llevan por el camino quedo al descubierto gracias a Azotes de Barrio en Petare (2006), película que en lugar de premios y dividendos en taquilla, le costó a Jackson persecución y captura por parte de los cuerpos de seguridad, el asunto puede resultar jocoso, pero es que nadie le explicó al novato realizador que las armas en las películas o son de mentira o deben estar permisadas, detalle quisquilloso e incomprensible para quien vivía y convivía con armas de todo tipo.
Para aquel momento el realizador no solo se valió de una pequeña videocamara, algunos amigos y casi nada de dinero para mostrarnos su historia, además, quizá por simple sentido común utilizo el más perfecto y sencillo sistema de distribución que haya diseñado el capitalismo, la piratería. Jackson sabía que no podía con esa película llegar a las grandes salas de cine, así que optó por darle el estreno a los conocidos vendedores de “quemaditos”, para ese entonces la película voló y recorrió todo el territorio nacional para convertirse en referente del cine independiente venezolano, al punto de ser considerada hoy día como una película de culto entre los amantes del cine de acción, yo entre ellos.
Director, guionista y productor, además actúa, casi siempre en rol principal, en cada una de sus películas, así logro estructurar un sistema de realización que le ha permitido escribir, rodar y estrenar hasta 2 películas por año y no son pocos los directores y productores que han intentado aprender su método, Jackson es uno de los pocos cineastas venezolanos que ha conquistado una cinematografía digna sin el apoyo de las instituciones que habitualmente financian las películas, es un defensor del cine independiente y militante de la guerrilla cinematográfica.
Aborda sin limitaciones, ni complejos la violencia de nuestros barrios y no intenta la denuncia ni la moraleja, se limita a mostrar; el cine de acción es su fuerte y se vale de las relaciones de poder entre bandas para tejer sus historias, aunque las manifestaciones mágico religiosas caribeñas también le son cercanas y lo deja claro con Iyawo, la justicia de Olofi (2011) y María Lionza en mi barrio (2010), donde aborda el espiritismo y la santería, temas que conoce muy bien como devoto santero e hijo de Chango.
Jackson es la respuesta a los distintos cineastas criollos que han intentado reconstruir y reflejar la realidad de nuestros barrios colocando la cámara del lado de la pequeña burguesía, el es un cineasta hecho en el barrio, sin escuela internacional, ni grandes recursos, pero lleva consigo un maravilloso don, es un “echacuentos” nato, y esa capacidad le valió un Premio Especial del Jurado y Mejor Actor de Reparto en el Festival de Cine Venezolano de Mérida 2012 por Caracas: Las dos cara de la vida (2012).
Su obra no es una oda a la delincuencia, como muchos han querido hacerlo ver, no convierte en héroes a los villanos, sencillamente los presenta con sus complejidades. Tampoco defiende la violencia, es honesto al ser un creador que dibuja una realidad y la de su entorno aunque esto represente un duro golpe a la doble moral venezolana.
Vladimir Sosa Sarabia
Publicado en la Revista de la Fundación Cinemateca Nacional N° 260 de Mayo de 2013.
Retrospectiva Jackson Gutiérrez
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